Cuando tenía nueve años, a Lucy Grealy le diagnosticaron un tipo de cáncer conocido como sarcoma de Ewing. Contra todo pronóstico, logró sobrevivir, pero durante los siguientes años, y después de que le extirparan una parte de la mandíbula, tuvo que someterse a decenas de operaciones para intentar reconstruir su rostro desfigurado. Grealy aprendió entonces a vivir con las burlas o la compasión de los demás; aprendió a aceptar su imagen reflejada en el espejo; aprendió a crecer de una forma distinta a la del resto de adolescentes. Aprendió, en definitiva, a gestionar la diferencia y la indiferencia. Estas memorias son el relato de los años de infancia en un suburbio de Nueva York, de los días de colegio, de la aparición de la enfermedad y el intento de normalizarla, de las travesuras en el hospital junto a otros niños enfermos, de la relación con padres y hermanos, de la llegada de la adolescencia y el descubrimiento de la vida.