Un día, la escritora descubre que una enfermedad incurable se la lleva poco a poco. Ante la degradación de su cuerpo, constreñido paulatinamente a la inmovilidad de una planta, el jardín, ese lugar donde la vida germina y donde las «resurrecciones» se suceden, se convierte en su refugio. Al contemplarlo, forja un nuevo vínculo con la naturaleza y ofrece una sabia y conmovedora reflexión sobre el sentido de la vida. La autora escucha y se escucha a sí misma, y cuenta lo que ocurre en sus visitas al hospital, los pensamientos que la asaltan por la noche, los pasajes (sobre todo de la literatura rusa e inglesa) que la acompañan y consuelan… Obligada por su enfermedad a una resistencia continua, no deja de sentir curiosidad y ternura por todo lo que la rodea y que siempre ha embellecido su existencia: no sólo las flores y pájaros que pueblan su jardín, sino también la compañía de sus perros, sus amigos, los libros, la gastronomía… Un libro que, como muy pocos, nos ayuda a comprender la fascinante aventura de estar en el mundo.