Entre los ocho y los trece años, por regla general, ocurre ese complejísimo, apasionante y hermoso proceso que se conoce como la pubertad. A través de precisas e inequívocas señales -el crecimiento de los pechos y del vello pubiano, la llegada de la menstruación- la hasta ayer niña que saltaba a la comba y jugaba a las muñecas, se convierte en una mujer perfectamente capacitada para ser madre.