Alguien dijo que los cuentos de Silvina Ocampo son crueles, y quizá sí lo sean precisamente en este sentido. Pero en ello radica también el refinadísimo humor de la autora, que impregna hasta su narración más aviesa, pues a nadie se le escapa el juego sutil al que somete al lector, quien se entrega a él a sabiendas, atraído por la fascinación que ejerce sobre él la magia de la narración.