Una de las novedades más sorprendentes y radicales del fin de la antigüedad es la aparición de la continencia sexual: la virginidad monástica y la contención conyugal se convertirán no sólo en prácticas urgidas por la sociedad, sino en ideales ascéticos de ésta. A la antigua exigencia del matrimonio como freno a la homosexualidad, los tratados episcopales y catequética del Bajo Imperio contraponen la virginidad femenina y predican ardientemente la castidad. A lo largo de los siglos II al IV de la Era Cristiana, sostiene la autora, se consuma el pasaje simbólico que se inicia en la represión del cuerpo y culmina con la privación sensorial que caracterizará el mundo cristiano. Porneia es, así pues, la historia de una inflexión fundamental en la evolución de las costumbres de nuestra civilización occidental.