501 | $aLa primera vez que se escapó de casa, Alexandra tenía tres años y vivía con su familia en uno de los mejores barrios de París. Volvió a intentarlo en otras ocasiones, pero su gran aventura empezó en 1911 cuando, recién cumplidos los cuarenta y tres años, dejó a su esposo y todas las comodidades de una vida burguesa para embarcarse en un viaje a Asia, que la llevaría al Himalaya y a la ciudad prohibida de Lhasa. Fue ahí donde conoció a los grandes maestros que la iniciaron en la teoría y la práctica de la filosofía budista y donde encontró a un joven acompañante que se convertiría en su alma gemela.
Dominante y excéntrica, aunque siempre generosa con los suyos, Alexandra se mantuvo fiel al destino marcado por la sabiduría oriental. Jean Chalon nos habla ahora de ese camino hacia la luz y de la vitalidad de una mujer peculiar, capaz de renovar su pasaporte cuando ya había cumplido los cien años, que supo mantenerse ocupada y feliz hasta que la muerte la invitó a su último viaje. |